martes, 3 de noviembre de 2009

Tijuana, Noviembre de 2009.- Hoy le quiero compartir una historia que solo podría ocurrir en un lugar como esta ciudad. Tijuana-San Diego es la frontera con mayor movimiento de seres humanos en el mundo; decenas de miles de personas, de muy distintos niveles sociales ye económicos, todos los días cruzan de México a Estados Unidos y de allá para acá con la misma cotidianidad con que alguien puede tomar el metro en la ciudad de México para ir de Tabasqueña a Tacuba, o tomar un “ferry” en cuba para ir de la Habana a Regla, o quien en Turquía también se embarca todos los días para cruzar el canal del Bósforo que divide la Ciudad de Estambul, y que también separa Europa de Asia.

Al cruzar de Tijuana hacia San Diego Hay que llegar a la garita de San Isidro (La famosa línea), donde hay veinticuatro puertas o casetas , Cada una con un oficial de aduanas de Estados Unidos que solicita la visa (por cierto aquí el pasaporte es totalmente prescindible) , hace algunas preguntas , en algunos casos revisa el automóvil y generalmente después de unos minutos permite el acceso a territorio norteamericano; son los menos que por alguna sospecha son enviados a una inspección secundaria , donde el interrogatorio y la revisión son mas exhaustivas, y todavía menos quienes son regresados a México. Es pues un paso mas común de lo que parecería.

Generalmente los oficiales de Aduanas de Estados Unidos son de origen Mexicano, aunque los hay anglosajones y también algunos filipinos. Por alguna misteriosa razón, que nadie ha podido descifrarme , los filipinos son especialmente “mamucos” con los mexicanos; Su trato es déspota, displicente y generalmente nos hacen pasar un mal rato antes de permitirnos el acceso a Estados Unidos.

Y es aquí donde comienza mi Historia.

Hace algunos años, mi hoy amigo Enrique , Oriundo del DF y llegado a esta frontera como muchos de nosotros por razones insospechadas , generalmente relacionadas con trabajo , cruzo en automóvil visa en mano por la garita de San Isidro, Y fue atendido por un oficial de origen filipino.

En este mas puro estilo “mamuco” a que me refería líneas arriba , el oficial fue insolente , displicente y hasta grosero con Enrique , quien una vez terminado el tramite, y desde luego con enojo e imponente, le dijo al oficial:

-¿Qué necesidad de hacerlo así ….?
Un día yo voy a trabajar aquí, voy a estar ahí en el mismo lugar que tu y te voy a enseñar como se trata a la gente.

Del 0oficial filipino no recibió mas que una mirada indiferente, con la que seguramente quiso decir: “¿Y ami que?

Mientras conducía por freeway hacia el centro de San Diego se pregunto : ¿ Y por que no?
Y decidió entonces aplicar para trabajar como oficial de frontera para el gobierno de Estados Unidos ; consiguió permiso como residente, lleno todos los requisitos (que no fueron pocos ), fue evaluado y después de un intenso entrenamiento físico fue aceptado.


Como es lógico suponer, empezó a trabajar como oficial en San Isidro en la misma Unidad en que trabajaba el filipino que desencadeno todo esto. El día que coincidieron a la hora del almuerzo en el comedor de la Aduana , Enrique se sentó a su lado y le dijo:

-¿Cómo ves…? Espero te acuerdes de mi porque ya estoy aquí, trabajando igual que tú…

Del filipino solo recibió la misma indiferente y “mamuca” mirada; después se levanto y se fue.

Pero el tiempo pasa, y el destino se encarga de acomodar las cosas.

Enrique fue promovido a jefe de Unidad y bajo sus ordenes quedo precisamente el filipino. Dia a día Enrique pensaba y meditaba en la forma de darle una lección, pero no encontraba algo que no podría ser considerado como acoso en el trabajo o discriminación.

Y llego el día; en vísperas de Navidad, los agentes reciben un bono especial, cuyo monto se decide con base en la evaluación que el jefe de unidad hace de sus subordinados. El filipino llego hasta Enrique con su evaluación en manos y buenos términos le pidió que se la autorizara para recibir un buen bono; argumentaba que había trabajado bien y eficientemente para merecer el bono.

Enrique sabia que había llegado su oportunidad . Me platica que esa noche no durmió pensando en la forma de perjudicar al filipino y de alguna forma cobrar venganza del trato recibido por el desde aquel día en la garita, y los desplantes posteriores.

Al día siguiente el filipino fue a buscara Enrique para preguntarle por la evaluación y mi amigo lo llevo aparte; con solemnidad le platico todo lo que había pensado durante la noche ; y le describió el gozo con que vería la cara del filipino al recibir su merecido.

Y le extendió el sobre con la evaluación. El filipino lo abrió esperando lo peor. Pero la evaluación estaba autorizada por Enrique en los mejores términos; el filipino rec9ibiria un extraordinario bono de Navidad. No pudo ocultar el desconcierto en su rostro, a lo que Enrique simplemente le dijo:

Si te hubiera fregado, hubiera sido igual que tu…

COLOFON.- A Enrique lo conocí en una comida, en casa de quien considero uno de los mejores humanos que tiene Tijuana: don Antonio Valladolid, Un caballero en todos los sentido cuya generosidad y nobleza no caben en su cuerpo.

pablomexicano@live.com.mx

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